Wednesday, March 12, 2008

Lope de Vera y Alarcón, "Juda el Creyente" (1619-1644) - Revue des Etudes Juives


Pedro Berruguete, "Auto de fe", 1475


Franco Maria Rissi, "Auto de fe", 1683

(Este es un apéndice de un manuscrito conservado en el British Museum y en donde se relata el auto de fe celebrado en Valladolid en 1644, y donde aparece relatada la singular y desgraciada historia de Lope de Vera y Alarcón, mártir del judaísmo pese a su origen cristiano viejo.

La fuente que elaboró este documento procede evidentemente de la Inquisición, y deja traslucir, tras las obvias recriminaciones religiosas al reo, un apenas matizado sentimiento de admiración por la personalidad del penitenciado. Lope de Vera y Alarcón fue uno de los mártires conversos que más admiración e impresión produjeron en los círculos judíos y judaizantes de la diáspora occidental (Amsterdam, Burdeos, etc) y cuya desgraciada y admirable historia dio lugar a numerosos escritos admirativos y hagiográficos, siendo el más famoso el "Romance al martirio de Don Lope de Vera y Alarcón" de Antonio Enríquez Gómez")


British Museum, Egerton 2058, p. 201 - 204

El 15 de Julio de 1664 un auto de fe general fue celebrado en Valladolid, en la Plaza Mayor. Veintisiete penitenciados figuraban por crímenes diversos: dos bígamos, la efigie del capitán Don Manuel de la Rocha Sarmiento, comerciante residente en la villa - alias Manuel Henriquez, contumaz y rebelde, evadido de la prisión, judaizante.

El último penitenciado fue Don Lope de Vera, hijo de Don Lope de Vera, natural de San Clemente de la Mancha, detenido seis años antes antes. Él tenía entonces diez y nueve años. Inscrito en la Universidad de Salamanca, donde estudiaba derecho canónico, griego, árabe, caldeo y hebreo, había defendido sin éxito ante la Facultad que la lengua hebrea era superior por sus construcciones a todas las demás: su orgullo la había sumergido en un abismo de errores y de testarudez como no se había conocido antes. Trató en primer lugar de engañar al Tribunal confesando una parte de sus errores y declarando que las había sostenido más bien en apoyo de su argumentación que porque creyera realmente en ellos. Su depravación natural le lleva a una confusión totalmente diabólica al respecto de la santa fe católica que cualquier otra secta le parecía preferible.

Así, en las primeras audiencias, durante los tres primeros años de su detención, decía que había estudiado el hebreo, al cual siempre le había tenido afecto, al ser la lengua con la que Dios habló a Adam, los Patriarcas y los Profetas. Decía también que, conociendo el árabe, le gustaría dirigirse a Constantinopla para traducir la Ley de Moisés a esta lengua. Paralelamente, respetaba a la secta de Mahoma y al Corán. Además reconocía haber sacado gran provecho de la lectura de libros prohibidos, en particular los de Erasmo y San Jerónimo.

En otras audiencias, niega la inmortalidad del alma. Presionado de cerca, confiesa finalmente ser judío. Su inclinación natural le comprometía a seguir la Ley de Moisés, y había deseado siempre abandonar Espala a fin de poder enseñarlo y practicarlo públicamente. Añadía que daría voluntariamente su vida por su religión.

Convencido de la veracidad de la fe judía, se circuncidó el mismo en la prisión y tomó el nombre de Judamahamidico, significando Juda el Creyente. Rechazó firmar con una pluma de ave y firmó su declaración con el nombre hebreo que había adoptado. En otras audiencias rechazó hablar, porque el Inquisidor no era judío y no quería asistir a las audiencias el sábado.

Los calificadores (funcionarios de la Inquisición que evaluaban a los reos) declararon que era el hombre más obstinado y con las creencias más confusas que habían conocido, pero sin embargo muy inteligente y sutil. Habiendo sido invitado a exponer los principios de sus creencias, redactó diversas proposiciones bajo el nombre de Juda el Creyente. Habiéndose obstinado en sus errores, fue entregado al brazo secular y conducido al suplicio el día indicado al principio.

En camino al auto de fe, cuando no era amordazado, no cesaba de gritar: "Viva la Ley de Moisés"; sobre el cadalso repite el cántico Atinde de etc.. que Moisés había escrito en el capítulo XXXII del Deuteronomio, así como el "Judica me Deus", etc... Se mostró tan testarudo que llegado al lugar donde se tiene la costumbre de leer las actas de acusación de los penitentes, ratificó sus errores inclinando la cabeza, en señal de obstinación. Sobre la plaza donde la ejecución debía tener lugar, abrazó el suelo, venerándolo como un santuario donde tantos mártires habían perecido por la verdadera Ley de Moisés.

Cuando se encendió la hoguera, no llegó de él más que un grito: "Viva la Ley de Moisés" y la llamada a Aaron para que le socorriera. Continuó así hasta que el fuego le privó de la vida, lo que duró bastante tiempo, porque fue un fuego lento, encendido a sus pies para intentar que se arrepintiera. Finalmente, murió en su obstinación depravada y gustó de las llamas del infierno en compañía de Mahoma, aunque hubiese dicho que al tercer día resucitaría y volvería a la vida. Eso no fue, no obstante, más que una argucia del Maligno, a fin de llevarle a su trono, donde el obstinado y miserable desgraciado permanecerá para siempre en las llamas del Infierno.

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1 Comments:

Blogger sego said...

Pues resulta que este tal Lope/Judá es de mi pueblo, cosa que desconocía antes de leer su blog. El lunes que viene tengo concertada una cita en la British Library para poder leer este documento que usted cita. Muchas gracias y le tendré al tanto. segolmeda@hotmail.com

9:02 PM  

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