Monday, March 30, 2009

Umm el-Fahm y la democracia liberal (o por qué Lieberman seguirá sacando tantos diputados )- Caroline Glick - JPost

(Nuevo artículo de Caroline Glick, siempre tan largos, donde incide sobre los pasados incidentes en Umm el-Fahm, que para los que no los conozcan, se desencadenaron tras una manifestación o marcha, pacífica y todo, de los tocapelotas de la extrema derecha más burda "reivindicando" el carácter israelí de la ciudad, y la reacción negativa, de todo menos pacífica, de sus habitantes árabes y de sus aliados, los tontos útiles de la extrema izquierda israelí y del Meretz, "ofendidos" por esa simbólica reivindicación de su carácter israelí. Con lo fácil que sería, ya que no se consideran israelíes, que adoptarán la ciudadania palestina y pasarán a formar parte del nuevo estado palestino, sin más. Pero me temo que tampoco querrán eso. Y es que la tarjeta de la seguridad social israelí tiene ciertas cosas que la razón no entiende)

(... en los primeros párrafos Glick narra los acontecimientos sucedidos en Umm el-Fahm...)

En lo que concierne a los medios de comunicación, el hecho de que miles de árabes atacaran a la policía y a los manifestantes legales suponía una no-noticia. El hecho de que estos ciudadanos árabes de Israel pretendieran considerarse personalmente insultados y heridos a causa de una manifestación que les "forzaba" a contemplar su bandera nacional fue considerado como algo aparentemente comprensible. El hecho de que estos ciudadanos israelíes rechazaran la bandera de Israel, mientras ondeaban banderas palestinas e islámicas, no resultaba ni un hecho de actualidad ni polémico. Nadie en los medios de comunicación preguntó a los manifestantes árabes por qué se sentían amenazados. Nadie les preguntó por qué contemplar a un grupo de judíos marchando con la bandera de Israel debía incitarles a atacarlos.

En la medida en que los medios de comunicación encontraron unos culpables, esos fueron los manifestantes judíos. Eran "provocadores" que hacían malgastar millones de shekels de los contribuyentes al obligar a desplegar a 2.500 policías antidisturbios en la ciudad. Nunca se dijo por parte de los medios de comunicación que los Ben-Ari, Marzel y Ben-Gvir no eran el objeto de tal enorme presencia policial. Ellos no representaban un peligro para nadie. La razón de que la policía se viera obligada a desplegarse de forma tan masiva era porque se creía que los árabes atacarían a esos manifestantes judíos. Eran los árabes, no los judíos, quienes la policía temía que violaran la ley. Y como eso era evidente, tenían razón.

La cobertura mediática de los disturbios de Umm el-Fahm se enmarca dentro de un patrón. Con los años, los medios de comunicación locales han desarrollado un código para la presentación de las noticias sobre los árabes - ya sean palestinos o israelíes o extranjeros. Y es un código sectario.

En lo que respecta a los medios de comunicación israelíes, la idea es que no se puede esperar que los árabes actúen como ciudadanos responsables. No pueden ser obligados a respetar la ley como el resto de los ciudadanos del país. En lo que respecta a los medias de Israel y al resto de la izquierda política, los árabes son víctimas u objetos. No pueden ser culpables o actores independientes. Su voluntad - en la medida en que tienen una - es colectiva. Ningún individuo puede ser considerado responsable de sus actos. Y su voluntad es reactiva. Es decir, todas los acciones de los árabes son reacciones ocasionadas por provocaciones judías.

Muchos en los EEUU y en Europa han expresado su sorpresa, e inclusive su mistificación, por el hecho de que Avigdor Lieberman y su partido Israel Beiteinu obtuviera la tercer plaza en las elecciones del mes pasado.

Y hay buenas razones para su confusión. Lieberman no es algo fácil de tragar para los candidatos, ya sean de derechas o de izquierdas. Los derechistas consideran su plan de que parte de Galilea y del Negev formen parte de un futuro Estado palestino como algo absurdo y erróneo. Los izquierdistas, por el contrario, encuentran su llamamiento a todos los israelíes, incluidos los árabes israelíes, a declarar su lealtad al estado como condición para mantener su ciudadanía como algo absurdo y erróneo. Y, sin embargo, gracias a los 15 escaños que obtuvo para la Knesset, superando los votos de la derecha y de la izquierda, Lieberman será el ministro de Asuntos Exteriores en el nuevo gobierno de Netanyahu.

La izquierda ha diabolizado a Lieberman como racista por sus posiciones sobre los árabes. El lobby anti-Israel en Washington ya le está utilizando para sus ataques buscando desacreditar al nuevo gobierno. Pero el hecho es que, fundamentalmente, Lieberman es poco diferente de esa izquierda que lo demoniza.

Lieberman es un populista. Le debe su popularidad al hecho de que ha identificado correctamente la radicalización política y el aumento de la anarquía entre los ciudadanos árabes de Israel como el principal problema interno de nuestro tiempo. Lieberman es el único entre los políticos de la izquierda y de la derecha que está dispuesto a afrontar la cuestión de frente. Y es debido a su disposición a discutir este tema por lo que la opinión pública le ha recompensado con 15 escaños en la Knesset.

Como la mayoría de los populistas, Lieberman no es un gran pensador. En consecuencia, él ha adoptado el marco sectario de la izquierda para catalogar el reto que hoy en día plantean los árabes de Israel. Su idea de extirpar parte de la Galilea de la soberanía de Israel y conectarla con un estado palestino en Cisjordania y Gaza, se basa en la hipótesis de la izquierda de que de esa parte fanática de los árabes israelíes no se puede esperar que sean leales al país o actuen como ciudadanos respetuosos de la ley.

La adopción por parte de Lieberman de la perspectiva y de los prejuicios de la izquierda sobre los árabes israelíes ha dado lugar a una triste situación en la que mientras a este hecho se ha sumado el problema de cómo luchar con la deslealtad y la creciente criminalidad entre los árabes israelíes, el debate desarrollado no es nada más que un diálogo de sordos.

Nadie habla de la necesidad de inculcar los valores israelíes de una democracia liberal entre los ciudadanos árabes. Nadie habla del vasto poder de sus líderes radicales, como el jeque Raed Salah, quien dirige la rama Norte del Movimiento Islámico, o de los parlamentarios árabes que tratan abiertamente con el Hizbullah y Hamas y que están del lado de los enemigos de Israel en tiempo de guerra. Nadie habla de apoyar a esos árabes israelíes que sí son leales a Israel. Es decir, nadie habla de la adopción de políticas que podrían mejorar la situación.

(... En este parte Caroline Glick menciona varios ejemplos de árabes israelíes embarcados en actividades terroristas anti-israelíes ya sea como subproductos de Hezbollah, Hamas, etc... o individualmente)

Israel, por supuesto, no está sola cara a este desafío. En toda Europa los gobiernos se ven forzados a lidiar con el hecho de que, cada vez más y en general, la mayor amenaza para la seguridad de sus ciudadanía proviene de sus ciudadanos musulmanes y árabes. La única diferencia es que Israel es al único al que se le fustiga como racista simplemente por sufrir el problema del extremismo musulmán.

Esta semana, Philip Johnston publicó una columna en el Sunday Telegraph criticando al gobierno británico por su nueva estrategia de defensa contra el terrorismo islámico. Johnston lamentó el hecho de que el nuevo plan no preste atención al hecho de que la mayoría de los terroristas en las cárceles británicas, así como los autores de los atentados del 7 de julio de 2005, sean británicos. Considerando que la nueva estrategia se centra en la necesidad de luchar contra los terroristas en lugares como Afganistán, como asegura Johnston: "No existe una sola mención de la innegable verdad de que los extremistas que llevan a cabo esas atrocidades viven entre nosotros y tienen que ser confrontados aquí y ahora".

Johnston sostiene que en lugar de ignorar el problema del aumento del extremismo entre los musulmanes de Gran Bretaña "en aras" de mantener una armonía con dicha comunidad, el gobierno británico debería participar activamente en "un compromiso inequívoco y entusiasta de adhesión a los valores británicos de la tolerancia y de la democracia liberal".

Frente a la creciente radicalización de los musulmanes británicos, el gobierno de Londrés debe poner fin a su política de apaciguamiento de los grupos musulmanes radicales, y que se basa en el supuesto de que de los musulmanes intolerantes no se puede esperar que cumplan con las leyes o se integren en la sociedad en general. Gran Bretaña debe aceptar su propia identidad como una democracia liberal y exigir a sus ciudadanos que respeten las normas democráticas liberales.

En Gran Bretaña, como en Israel y en todo el mundo libre, esas normas están fundadas en la comprensión de que la capacidad de una sociedad para seguir siendo una sociedad libre depende del reconocimiento por parte de su ciudadanía de que no puede haber derechos civiles sin deberes cívicos. Los disturbios en Umm el-Fahm deben servir como una advertencia de esta verdad fundamental.

Aquí, en Israel, nos enfrentamos a la misma elección. O bien alentamos a nuestros ciudadanos árabes a aceptar plenamente tanto los derechos como los deberes de la ciudadanía, o bien seguiremos - ya sea a través de un cobarde populismo - facilitando su rechazo de nuestra sociedad. Si nos embarcamos en el primer camino, vamos a salvaguardar nuestra identidad nacional como una democracia liberal judía. Si seguimos por el segundo camino, vamos a poner en peligro nuestras vidas, nuestra forma de vida y nuestra existencia nacional.

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