Wednesday, April 03, 2013

Hannah Arendt y el desafío de la soberanía judía (I Parte) - Yiftach Ofek - Counterpoint



Ser una sociedad en crisis no es lo mismo que ser una sociedad con "problemas". Los problemas son temporales y solubles. Pero una crisis parece golpear mucho más profundamente. Debe haber algo en el aire, un sentimiento de que la sociedad está al borde de la catástrofe, mirando hacia el abismo. Los israelíes, en buena medida, se sienten así. Distintas personas pueden tener diferentes interpretaciones de la crisis, pero que la crisis se ha convertido en indiscutible.

Los israelíes sienten que su país se ha perdido en algún momento. Los nobles ideales defendidos por sus fundadores se desvanecen en la memoria y se catalogan como aspiraciones utópicas. En lugar de un modelo de sociedad, "una luz para las naciones", Israel lucha ahora contra la pobreza, la guerra y una pérdida de fe en las razones de su existencia.

Algunos han llamado a esta crisis "La batalla por el alma de Israel". Esta es una buena manera de describirlo, porque de inmediato trae a la mente la vieja pregunta filosófica planteada por Platón de cómo el alma debe estar debidamente ordenada. En los clásicos la cuestión del alma de una persona es inseparable de la cuestión del mejor régimen, y por lo tanto la cuestión del alma se convierte en una cuestión política de primer orden. Por otra parte, como señala Platón, la "batalla por el alma" es también cuestión de una educación adecuada. La política y la educación son inseparables. Y una gran parte de los orígenes de la crisis actual en Israel se remonta a su sistema educativo. La "batalla por el alma de Israel" no se librará en la superficie, sino dentro de los muros académicos.

Mirando hacia el campo de batalla intelectual, uno no puede dejar de subrayar el surgimiento de una inusual estrella: Hannah Arendt. Para un lector americano, esto puede sonar sorprendente, ya que en los Estados Unidos Arendt ha sido una figura muy debatida y discutida durante años. Desde su muerte en 1975, y más aún desde la década de 1990, el interés académico por Arendt ha ido en aumento constantemente, no sólo en América, sino en todo el mundo. Calles, institutos de investigación, premios, e incluso una línea de tren que conecta Hannover y Berlín, han sido denominados en su honor. La recepción de Arendt no siempre fue positiva (sólo hay que recordar la afirmación del historiador Russell Jacoby: "Si su estrella brilla tanto es porque el firmamento intelectual estadounidense es muy débil"), pero las críticas a Arendt no le quitan el que sea una figura muy discutida dentro del mundo académico.

La recepción de Arendt en Israel ha sido completamente diferente. Hasta finales de la década de 1990, el nombre de Arendt estaba en gran parte ausente de cualquier debate público o académico. Hubo algunas respuestas individuales a su cobertura en 1963 del juicio a Eichmann, en especial por el destacado historiador israelí Jacob Talmon, pero en general, Arendt fue prácticamente ignorada. Las razones de este rechazo parecen ser históricas. Arendt originalmente se hizo popular en la década de 1950 con la publicación de su libro "Los orígenes del totalitarismo". El mundo en ese momento todavía estaba tratando de entender lo que estaba sucediendo. La Segunda Guerra Mundial había terminado con una contundente victoria de los aliados sobre las dictaduras fascistas, pero una nueva amenaza totalitaria se cernía sobre Europa, esta vez desde el este comunista. La reciente destrucción de los judíos de Europa a un ritmo y con una brutalidad desconocida hasta entonces, había logrado que la gente recapacitase nuevamente sobre los orígenes del mal y el odio. En Asia, África y el Oriente Medio, las naciones comenzaron a rebelarse contra los conquistadores imperialistas y exigieron la independencia. "Los orígenes del totalitarismo", dividido en tres secciones, "antisemitismo", "imperialismo" y "totalitarismo", ataba todos los cabos juntos. Era un libro oportuno que ofrecía un análisis puntual. Pero había algo más acerca de Arendt. Ella ofrecía una forma completamente nueva de pensar la tradición filosófica occidental. Retó a esas tendencias ermitañas que creían que la filosofía se caracterizaba por la "vita contemplativa", y pidió a la humanidad que reactivara la floreciente vida política de la antigua polis griega (la "vita activa").

En una época caracterizada por las revoluciones en el Tercer Mundo y por la revuelta estudiantil en Occidente, Arendt apareció como más relevante que nunca para una generación en busca de un líder espiritual. Los post-modernistas, que desafiaban las meta-narrativas, estaban fascinados con la deconstrucción de Arendt de la tradición filosófica occidental. Los post-colonialistas se sintieron atraídos por su análisis de los orígenes y consecuencias del imperialismo. Los marxistas y los socialistas simpatizaban con su análisis del papel del capital y del comercio en la formación de las políticas gubernamentales, y con sus escritos sobre la revolución. Los historiadores y los sociólogos se sintieron atraídos por su enfoque interdisciplinario. Los liberales anticomunistas apoyaron su retórica antisoviética (como en su artículo sobre la revuelta húngara de 1956). Y no hay que olvidar a las feministas, que vieron en Arendt la única representante femenina dentro de un canon filosófico casi exclusivamente masculino. Es fácil ver por qué Arendt llegó a poseer un estatus de ídolo, una posición poco común en su campo. Sin embargo, en Israel las cosas eran diferentes. En las décadas de 1950 y 1960, cuando Arendt se hizo famosa por su crítica del totalitarismo, Israel era todavía una democracia joven que lidiaba con las cuestiones de su creación. Antes de pasar a la filosofía, Israel todavía tenía que asegurar sus fronteras y dar cabida a los miles de refugiados que llegaron en masa a sus orillas. Los problemas del momento tenían toda la prioridad sobre Arendt y ésta recibió muy poca atención, en todo caso a pesar de que ya era bastante conocida.

El cambio en su estatus en Israel se produjo solamente en 1997, en una conferencia especial dedicada a ella en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Luego, en el 2000, su libro sobre el juicio a Eichmann fue traducido al hebreo por vez primera. En 2003, otra conferencia tuvo lugar, esta vez en la Universidad de Tel-Aviv. Las ponencias de estas conferencias de Jerusalén y Tel-Aviv fueron publicadas en forma de libro, y otras traducciones al hebreo fueron publicándose posteriormente. Entre estas se incluye la biografía de Arendt ("For Love of the World" por Elisabeth Young-Bruehl) y su monumental "Los orígenes del totalitarismo", además de su serie de conferencias sobre la filosofía política de Kant. En 2009, incluso una obra de teatro se representó sobre la base de su romance juvenil con Heidegger.

¿Israel simplemente se estaba poniendo al día en lo que ha sido denominado por el renombrado historiador británico Walter Laqueur el "culto a Arendt"? Tal vez. Tal vez la actual crisis está provocando que los israelíes busquen nuevos líderes espirituales que no estaban disponibles antes. Y de hecho, hay buenas razones para recurrir a Arendt. Después de todo, es considerada uno de los pensadores judíos más destacados del siglo XX. Por otra parte, es uno de los pensadores judíos más famosos a escala internacional y ha dedicado una cantidad considerable de su obra a la cuestión de la soberanía judía, al sionismo. Sin embargo, hay algo problemático en esos israelíes que recurren a Arendt para desempeñar un liderazgo espiritual en estos momentos de crisis. Un examen de sus escritos sionistas revela una persona terriblemente en conflicto con la cuestión de la nación judía. Esto no habría sido un problema en sí mismo, ya que muchos judíos han expresado preocupaciones similares sobre el proyecto sionista. El problema es que Arendt parece haber permitido que sus conflictos personales influyan en su teoría política volviéndola a veces delirante, y a veces de forma muy venenosa. Por tanto, es discutible que Arendt sea realmente el guía espiritual que los israelíes necesitan para esta hora.

La génesis de los puntos de vista de Arendt sobre el sionismo parece estar estrechamente vinculada con su biografía. Ella nació en 1906 en un  hogar de la clase media judía asimilada de Alemania. En 1924 empezó a estudiar en la Universidad de Marburg, donde se reunió con el carismático Martin Heidegger. Como es bien sabido ahora, los dos comenzaron una aventura que bien pudo afectar profundamente a Arendt para el resto de su vida. Con el tiempo la llevó a cambiar su lugar de estudio, yendo hasta la Universidad de Heidelberg, donde escribió su tesis doctoral sobre San Agustín bajo la supervisión del psicólogo y filósofo Karl Jaspers.

Cuando los nazis llegaron al poder, Arendt escapó a París, donde se convirtió en una estrecha colaboradora del activista sionista Kurt Blumenfeld. Bajo la influencia de Blumenfeld, Arendt comenzó a definirse a sí misma como sionista. Mientras, en París ayudaba a la emigración de niños refugiados judíos al Mandato de Palestina (gobernada por Gran Bretaña en ese momento), y escribía folletos abogando por la creación de un ejército judío que ayudara a la lucha contra el nazismo. Desafortunadamente para ella, los únicos que expresan interés en tal iniciativa fueron los representantes derechistas del Irgun en los Estados Unidos, cuya ayuda ella rechazó. Al mismo tiempo, Arendt escribió una biografía sobre el salón cultural de la judía alemana Rahel Varnhagen, que se convirtió al cristianismo en un intento de ser mejor aceptada por la sociedad aria. En 1941, Arendt se mudó a los Estados Unidos y se naturalizó en 1950. En 1951 publicó "Los orígenes del totalitarismo", que la convirtió en una conferenciante muy popular en los campus de los Estados Unidos y Europa. En 1961, fue enviada por "The New Yorker" para informar sobre el juicio a Eichmann.

La serie de informes que publicó en el juicio causaron un gran escándalo dentro de la comunidad judía. Y es que esa relación nunca fue fácil. Aunque ella nunca negó ser judía, el punto de vista de Arendt sobre su propia identidad judía fue bastante ambiguo.

Académicamente, Arendt no pareció tener un gran interés por los asuntos y los estudios judíos en los que no estuvieran implicados intelectuales no judíos. Después de todo, ella escribió su tesis doctoral sobre un santo cristiano y publicó una biografía sobre una mujer judía que se convirtió al cristianismo en un intento de ser aceptada por la sociedad gentil. Arendt siempre se interesó por los judíos en el contexto de los fenómenos europeos - romanticismo, nacionalismo, socialismo, nazismo, etcétera - y como el profesor de Historia de Chicago Bernard Wasserstein ha demostrado recientemente, su comprensión de la condición judía en la Europa de la era moderna se basa en su mayoría en la propaganda antisemita. Sus informes sobre el juicio de Eichmann sólo agravaron un conflicto interno que Arendt había sentido durante toda su vida entre su identidad judía y su identidad alemana. Michael Wyschogrod, profesor emérito de filosofía en la Universidad de la Ciudad de Nueva York y que conoció personalmente a Arendt, afirma que "Arendt fue lo más profundamente alemana que pudo, aunque no carecía de una identidad judía significativa. Sospecho sin embargo que su identidad alemana fue más profunda que su vertiente judía". Su sospecha parece ser correcta. Arendt escribió después del "escándalo Eichmann" que si "se puede decir que provengo de alguna parte, es de la tradición filosófica alemana".

El intento de Arendt de distanciarse de los judíos parece haber tomado su aspecto más venenoso cuando se trataba de los judíos de Israel. A pesar de que consideraba a los jueces del juicio a Eichmann como “representantes de lo mejor de los judíos alemanes", y a los fiscales, “aunque galiztianos (de la Galitzia, cuyo territorio actual contendría parte del sur de Polonia, el oeste de Ucrania, y partes de Eslovaquia y de Rumania) eran aún europeos", el resto de los judíos presentes en el juicio fueron catalogados como bárbaros. Ella escribió a su marido: "todo está organizado por una fuerza de policía que me da escalofríos, sólo hablan hebreo y tienen un aspecto árabe. Hay algunos con un aspecto francamente bárbaro. Obedecen cualquier orden. Y fuera de las puertas, una multitud oriental, como si uno estuviera en Estambul o en algún otro país medio asiático". En suma, unos prejuicios bastante notables. Especialmente si lo comparamos con sus cartas donde describía Alemania y donde todo era maravilloso, los bosques eran hermosos y las aguas del Rhin eran cristalinas.

¿Pero por qué tanta malicia? ¿Por qué palabras tan rencorosas? ¿Esa distancia hacia los israelíes tenía como fin alejarse lo más posible de los judíos (no alemanes) en general?

No debemos rechazarlo como una opción. Después de la "controversia Eichmann", el reconocido estudioso de la Cábala Gerschom Scholem le escribió diciendo que le molestaba que ella, como judía, careciera del sentimiento de "amor al pueblo judío". Sorprendentemente (o no), Arendt le respondió diciéndole que tenía razón. "No me mueve el amor de este tipo [...] Yo nunca he 'amado' a cualquier pueblo o colectivo, ni al pueblo alemán, ni al francés, ni al americano, ni a la clase obrera, ni a nada por el estilo. Yo de verdad solo tengo amor por mis amigos". Pero una cosa es "no amar" a un pueblo o colectivo, y otra que, respecto a los israelíes, sus sentimientos parecen que rayan con un franco desprecio, y esto sugiere un prejuicio muy arraigado.

De hecho, mirando por encima de sus escritos de los años 1940 y principios de 1950, el año antes del establecimiento del Estado de Israel en 1948, y durante los primeros años de existencia de Israel, uno se sorprende por la consistencia del desdén de Arendt por todo lo que fuera israelí. Ella se dedicó a criticar al movimiento sionista desde sus inicios en el siglo XIX, y por sus críticas parecía que todo el desarrollo de la soberanía judía fuera una catástrofe a corto plazo. Ella también daba al movimiento sionista varios consejos sobre cómo evitar la catástrofe inminente que estaba describiendo.

Desafortunadamente para ella, tal como sucedió con su anterior sugerencia de crear un ejército judío, sus recomendaciones fueron ignoradas por el establishment sionista. ¿Fue esta la razón de su animosidad hacia los israelíes? No podemos saberlo a ciencia cierta. Pero no podemos culpar a la clase dirigente israelí por no hacer caso de sus consejos. Sus sugerencias parecen moverse en el ámbito de lo inverosímil, por un lado, y por su extrañeza por el otro. Vamos a continuación a examinar sus puntos de vista.

Norman Podhoretz, quien tuvo muchas conversaciones con Arendt sobre el tema del sionismo, las resume en su libro de memorias de la siguiente manera: "¿Qué es exactamente lo que quería nunca lo he podido averiguar? Principalmente parecía decidida a demostrar que todos los demás estaban equivocados". Pero vamos a examinar la validez de sus recomendaciones. Después de todo, Arendt escribió una serie de artículos aclarando sus puntos de vista sobre el tema.

Sus opiniones se basaban en la suposición de que la edad de los Estados-nación estaba a punto de finalizar. Ella creía que el Estado-nación "no era ni capaz de proteger la existencia de la nación, ni era capaz de garantizar la soberanía del pueblo", y por esa razón el "problema de cómo organizarse políticamente" solamente se resolvería en adelante a través de "la adopción de cualquier forma de imperio o bajo la forma de federaciones". Ella quería poner en marcha "los fundamentos de una comunidad internacional capaz de representar y proteger la civilización del mundo moderno", y desde esa pretensión juzga la época de los Estados-nación como marchita y finalizada, rechazando por ello la solución nacional sionista. Ella acusó al sionismo de no estar en consonancia con la historia, y por lo tanto, el sionismo vio en él un experimento condenado al fracaso, al igual que todos los intentos de crear Estados-nación. Ello lo escribió algunos años antes de que los judíos logrado establecer un Estado, y varias décadas antes de que 1989 trajera una nueva oleada de nacientes Estados-nación. Sin embargo, Arendt predijo la inminente desaparición de esta forma de organización política. Su análisis tiene ciertas reminiscencias de, entre otros, Vladimir Lenin, que también hablaba de la posible "extinción del Estado".

Pero ella no rechazó exactamente al sionismo por completo. A diferencia de algunos que creían que los judíos podrían ser reasentados en Europa - la solución propuesta actualmente, por ejemplo, por Mahmoud Ahmadinejad, o Helen Thomas -, Arendt vio un lugar para los judíos en el Oriente Medio. Y no sólo en su propio estado. Ella creía que la cuestión judeo-árabe era imposible de solucionar a través del marco nacional. Siendo la teórica política que decía ser, se embarcó en sugerir a los judíos una manera de resolver su conflicto con los árabes. Su consejo fue emular el ejemplo del modelo soviético de resolver los conflictos nacionales: "La Unión Soviética, con un enfoque totalmente nuevo y exitoso a la hora de tratar los conflictos de la nacionalidad, organizó de una nueva manera a los distintos pueblos sobre la base de la igualdad nacional". Por supuesto, ella escribió estas cosas en 1944, cuando la magnitud de las atrocidades soviéticas aún no se conocía. Aún así, recomendar el enfoque soviético parece desconcertante, especialmente procedente de una mujer que en pocos años iba a publicar un libro sobre el totalitarismo.

Ella pensó que una buena solución sería algo parecido a un "Estado bi-nacional de Palestina o una Commonwealth judía". Pero debemos tener en cuenta que esa solución bi-nacional no era la misma que la actual recomendación de un único y moderno Estado bi-nacional. Por el contrario, sus ideas se asemejan a las comunidades utópicas del siglo XIX concebidas por Marx o, nuevamente, Lenin. Arendt creía en el establecimiento de "comités locales entre árabes y judíos bajo la supervisión y los auspicios de un organismo internacional", y la creación de un "estado federado" regido por "consejos comunitarios judíos y árabes".

En lugar de un Estado judío, ella aconsejó a los judíos aspirar a construir una "patria". En esa patria, "existiría autonomía local y la mezcla de judíos y árabes en concejos municipales y rurales, a una escala pequeña, y tan numerosos como fuera posible”, y esa organización constituía “la única medida política realista que a la larga podría conducir a la emancipación política de Palestina". Aparte de esta solución, "no existía otra solución o proposición factible" que pudiera resolver los problemas. El uso aquí del término "realista" no pretende ser irónico.

Arendt imaginó un Oriente Medio similar en estilo al modelo europeo de integración que se estaba creando en esos momentos. Abogó por la idea de un "estado federado" y una "Confederación de Palestina" que pudiera servir como modelo no sólo para judíos y árabes, sino también para otros conflictos en el Oriente Medio, como el existente entre el Líbano cristiano y la Siria musulmana.

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