Thursday, April 04, 2013

Hannah Arendt y el desafío de la soberanía judía (II Parte) - Yiftach Ofek - Counterpoint



Es importante mencionar que Arendt reconocía que estas ideas no eran suyas propias. Sus orígenes se pueden encontrar en un grupo de intelectuales judíos que establecieron un grupo conocido por el nombre de "Brit Shalom" (La Alianza para la Paz). Entre sus miembros más conocidos están los antes mencionados Scholem y Martin Buber. Pero mientras que Scholem y Buber se mantuvieron sionistas, Arendt no lo hizo. Este grupo no consistió en más de una docena de intelectuales a la vez, y fue más o menos disuelto a finales de 1930 [N.P: tras la revuelta árabe contra judíos y británicos]. Sin embargo, a pesar de su corta vida, Brit Shalom ha provocado una oleada desproporcionada de nostalgia con relación a su limitado nivel de influencia. Realmente fue un pequeño grupo de intelectuales judíos que sinceramente deseaban el compromiso de compartir la tierra con los árabes locales. El hecho de que sus ideas fueron rechazadas ha servido como "prueba" a varias generaciones de izquierdistas judíos (y a otros) de que los israelíes simplemente no estuvieron interesados en la paz. Más recientemente, la aclamada profesora de estudios de género de Berkeley Judith Butler, ha expresado semejantes ideas. Pero esta nostalgia suele ir acompañada de una memoria selectiva. La razón de que el grupo se separara no fue porque la corriente principal del movimiento sionista los rechazar. La causa principal fue la falta de una iniciativa similar en la parte árabe.

Pero a Hannah Arendt esto le importaba poco. El supuesto rechazo de las ideas de "Brit Shalom" solo parecía demostrar una vez más la horrible trayectoria que el movimiento sionista había seguido. En su defensa, hay que decir que también dirigió duras críticas hacia la parte árabe. Ella creía que ambos, judíos y árabes, querían "luchar a cualquier precio", una señal de una "irracionalidad total". En contraposición a su imagen de teórica de la democracia, Arendt mostraba un elitismo poco común en lo que al Oriente Medio se refiere. Ella no confiaba en las "masas" de ninguna de ambas partes, árabe o judía. Ella quería que las Naciones Unidas se "armara de valor" e hiciera un llamamiento a "los individuos judíos y árabes, los cuales en esos momentos se encontraban aislados ante las respectivas corrientes principales, para que se convirtieran en creyentes sinceros en la cooperación árabe-judía". También hizo un llamamiento a esos pocos judíos que "habían demostrado en esos días amargos (es decir, después de 1947, cuando la resolución de la ONU para la partición de Palestina fue seguida de una campaña homicida árabe de ataques contra los judíos locales) que, teniendo una gran sabiduría y un gran sentido de la responsabilidad, habían evitado seguir a ciegas allí donde las masas desesperadas y fanatizadas les llevarían", además de apelar a “esos pocos árabes que no estaban contentos con la coloración cada vez más fascista de su movimiento nacional", para que entre ambos negociaran una tregua.

Sin embargo, independientemente de la responsabilidad que colocaba en la parte árabe por sus derivas "cada vez más fascistas", era obvio que Arendt atribuía la mayor parte de la culpa por los problemas en el Oriente Medio a los judíos. Si los judíos se encontraban en una situación precaria, era debido a su propia obra.

Arendt vinculaba al sionismo con los tres principales motivos de su "Los orígenes del totalitarismo" - el antisemitismo, el imperialismo y el totalitarismo -. Cabe señalar que, a diferencia de los futuros críticos de Israel, ella declaró explícitamente que "la construcción de un hogar nacional judío no era una empresa colonial en la que unos europeos llegaron para explotar las riquezas extranjeras con la ayuda y a expensas de la mano de obra nativa". Sin embargo, en sus artículos de los años cuarenta puso en el mismo lote al Estado de Israel y a las potencias europeas a la hora de mencionar el colapso imperial, y ello como consecuencia de la adhesión de los líderes sionistas a la idea de un Estado-nación. "El nacionalismo es bastante malo cuando confía únicamente en la fuerza bruta de la nación. Un nacionalismo que, necesariamente y sin duda, depende de la fortaleza de naciones extranjeras, es sin duda el peor". Pero, ¿de qué "país extranjero" estaba hablando? Los británicos, que gobernaban Palestina en esos momentos, ciertamente no ayudaron a los judíos a establecer un estado. Los estadounidenses tampoco. Los únicos que suministraban armas a  los judíos fueron los soviéticos, que consideraban que los judíos eran un baluarte contra el imperialismo occidental.

Parece que Arendt fue presa de la fuerza de su propia retórica, y por esa razón no se avergonzaba de designar a esa naciente democracia de "totalitaria". En mayo de 1948, justo antes de la proclamación de la independencia, Arendt describe el ambiente general en Israel donde "el terrorismo y el crecimiento de los métodos totalitarios son tolerados en silencio y aplaudidos en secreto". Sí, hubo terrorismo. Pero también hubo persecución de extremistas judíos por los organismos oficiales sionistas. También hubo condenas por parte del Congreso Sionista Mundial "de los métodos terroristas” a partir de 1946. Así pues, las palabras de Arendt crean a propósito una impresión equivocada. El uso del "terrorismo" es especialmente importante en la distinción de Arendt entre el totalitarismo y las formas anteriores de las tiranías. Otra diferencia importante es que, en los regímenes totalitarios, hay una sensación generalizada de ver todo en términos de todo o nada, blanco y negro, nosotros o ellos. En 1948 describía a la población judía, tanto en Palestina como en los Estados Unidos, como igualmente atrapada dentro de una visión del mundo en blanco o negro. Y ella describe esa aquiescencia como estar "esencialmente de acuerdo" con la siguiente idea: "el momento ha llegado para el todo o el nada, la victoria o la muerte".
.
Para hacer más explícita la imagen totalitaria de Israel, comparaba a menudo al naciente Estado con la antigua ciudad-estado griega de Esparta. El uso de estas imágenes no era infrecuente entre los críticos del sionismo. Tampoco era infrecuente entre los alemanes educados en una tradición filosófica que hacía amplio uso de los símbolos de la antigua Grecia. ¿Arendt no podría encontrar las obvias diferencias entre una república democrática y Esparta? Al no hacerlo, exhibía una alarmante recaída en la demagogia, y mostraba las evidentes deficiencias de una experta en unas defectuosas ciencias políticas.

Arendt acusó al movimiento sionista de ser elitista, de estar completamente separado de las “masas judías” de Europa del Este. Pero resulta irónico que lo haga la propia Arendt, porque a sus "Los orígenes del totalitarismo" le llovieron críticas por el estilo. En "Los orígenes del totalitarismo", los judíos de Europa del Este están totalmente ausentes, Mientras que se retrata a los judíos como cortesanos, banqueros, financieros y ricos burgueses de la Europa occidental.

Una buena ilustración de ese “rico y autosatisfecho judío”, pagado de si mismo, sería el retrato que realiza del padre fundador del movimiento sionista Theodor Herzl, a quien Arendt describe como un judío "parvenu” (advenedizo), del tipo que trataba que ascender a toda costa en la sociedad, en rango o en clase, y no por su “derecho de nacimiento". Esta categoría contrastaba con la de judío "paria". Tanto el judío "parvenu" como el judío "paria" eran tipos de judíos que surgían de la emancipación de los judíos. Sin embargo, al "paria” le personificaba en la figura del periodista y anarquista judío francés Bernard Lazare. Y es que el judío "paria" era otra cosa, puesto que se involucraba en la lucha revolucionaria para la liberación de su pueblo, a la vez que luchaba en general por la emancipación de la humanidad.

Arendt hacía hincapié en que entre estas dos figuras del judío existía un “abismo insalvable”. Uno de los aspectos de ese “abismo” era la visión del mundo "universalista" del judío "paria", y la "particularista" del judío "parvenu". Arendt, obviamente, se identificaba mucho más con el "paria" que con el "parvenu". De hecho, aborrecía el modelo "Herzltiano" de sionista. Ella creía que, bajo el liderazgo de Herzl, el sionismo traicionó su destino "revolucionario". En su lugar, ella ofrecía su propio modelo sionista, el "Lazareniano". Ella explicaba que para Lazare "la cuestión territorial era secundaria", ya que lo que buscaba era "verdaderos compañeros de armas, a quienes esperaba encontrar entre todos los grupos oprimidos de la Europa contemporánea". El sionismo "Lazareniano" significaba "[organizar] al pueblo judío pero sobre la base de un gran movimiento revolucionario” de ámbito superior. Arendt creía que desde que Lazare abandonó de la Organización Sionista en 1899, "ningún funcionario o líder sionista se alió codo con codo con el resto de las fuerzas revolucionarias en Europa" (Pero como Walter Laqueur se pregunta con mucha razón: ¿Qué "gran movimiento revolucionario" y qué grandes "fuerzas revolucionarias"?)

Arendt veía al sionismo como instituido y fundamentado en dos mentiras. La primera mentira era el antisemitismo, al cual Arendt siempre contempló más como fruto de una obsesión sionista que de un problema real. Para ella representaba solamente una excusa, y su existencia fue exagerada por Herzl con el fin de forzar un falso sentido de conciencia colectiva dirigida al pueblo judío. Arendt pensaba que Herzl estaba excesivamente obsesionado, y que durante la época de Herzl "los antisemitas que tenía a la vista ya no lo eran tanto, o si lo eran, ya no determinaban las políticas antisemitas". Arendt afirmaba que la creencia sionista de que "todos los gentiles son antisemitas y que todo el mundo está contra los judíos" no era más que "el típico chovinismo racista", y "no se diferenciaba de otras teorías sobre razas superiores".

La segunda mentira concierne a los orígenes del pueblo judío. Arendt expresa opiniones que se han vuelto muy habituales en nuestro tiempo, es decir, que los judíos eran esencialmente un pueblo europeo. Cualquier otra afirmación era, para ella, absurda. "Entre todas las ideas erróneas albergadas por el movimiento sionista, demasiado influenciado por el antisemitismo, está la falsa noción del carácter no europeo de los judíos, falsedad que ha tenido probablemente un mayor alcance y peores consecuencias [...] De hecho, todos los numerosos intentos de interpretar la historia judía como la historia de un pueblo asiático continuamente conducido a la desgracia por la comunidad de naciones en las que residió, y cuya cultura fue considerada como la de un eterno extraño, insisten en que nunca pudo sentirse como en casa". Pero al recluirse sobre sí mismos, los judíos habrían roto "la necesaria solidaridad de los pueblos europeos".  Sin embargo, un astuto observador de los asuntos humanos, como Arendt sin duda lo era, se habría dado cuenta de que no existía esa solidaridad entre los “pueblos europeos“. De hecho, unos años antes, esos mismos "pueblos europeos" fueron a la guerra, lo que demuestra la cantidad de solidaridad que se sentían los unos hacia los otros. Entonces, ¿a qué viene la idea de Arendt de culpar a los judíos por “romper” algo inexistente?

La clasificación de Arendt de los judíos como un pueblo europeo mas, puede haber tenido que ver con su propio malestar personal, como ya se señaló anteriormente. Pero resulta lamentable que sus sentimientos personales interfirieran en el camino hacia una erudición y un academicismo correcto. Eso mismo sucedió con sus informes sobre el juicio a Eichmann, donde parece ser que su disgusto personal con los israelíes la empujó hacia una tergiversación extrema de lo que había sucedido durante el Holocausto.

El libro resultante, "Eichmann en Jerusalén", planteaba dos afirmaciones importantes. La primera apuntaba al papel jugado por las Judenräte, esos líderes judíos que fueron seleccionados por los nazis para servir como "líderes locales". En lugar de centrarse en los verdaderos culpables del genocidio, Arendt insistió en que si no fuera por estos líderes judíos, los nazis no habrían sido capaces de llevar a cabo su plan de aniquilación con tanta eficacia. Pero ¿por qué dedicar tanto espacio de su tesis a esta cuestión? ¿Qué tiene que ver esto con la culpabilidad de Eichmann? ¿Estaba sugiriendo los judíos fueron los responsables de su propio exterminio? Arendt parece haber llegado a Israel con la intención de exonerar a Eichmann y poner al establishment político de Israel en tela de juicio. Esto nos lleva a su segunda afirmación, de índole más "filosófica".

Arendt afirma que Eichmann no era más que un "burócrata banal" que se limitó a ejecutar cuidadosamente las órdenes que recibió, y que por lo tanto no merecía la calificación de Israel de monstruo. Parece que para Arendt los verdaderos criminales fueron los líderes de la comunidad judía y los sionistas. Si no fuera por ellos, Eichmann no podría haber ejecutado sus planes con tal eficacia (esos que le ordenaron y a los que se dedicó con aplicación funcionarial). Así la interpretación de Arendt sobre el Holocausto parece llevarnos a una especie de "inversión de roles". Las víctimas se convirtieron repentinamente en los verdugos y los verdugos fueron las víctimas.

Pero Eichmann no fue "banal" en absoluto. El mayor crimen de Eichmann, el asesinato de decenas de miles de judíos húngaros, lo cometió desobedeciendo de manera directa a su comandante Heinrich Himmler, el jefe de las SS. Solamente este hecho nos demuestra que Eichmann fue plenamente consciente de lo que estaba haciendo, y no solamente obedecía órdenes. Este episodio sucedió durante los últimos días del Reich de los Mil años, cuando la evidencia de la aniquilación de los judíos "tenía que ser ocultada al mundo”, pero Eichmann ignoró esta directiva y desvió los recursos necesarios para cometer más atrocidades. Como el filósofo e historiador israelí Elchanan Yekira ha señalado, este hecho desapareció de los informes de Arendt.

Como es fácil de deducir,  se vuelve por lo tanto muy problemático para los israelíes hallar en Hannah Arendt un líder espiritual para estos momentos de crisis. Como era de esperar, la mayoría de las personas involucradas en la publicación de sus trabajos en Israel se consideran pertenecientes a la corriente de pensamiento conocida como "post-sionismo", esa que confiesa abiertamente su compromiso con el "desmantelamiento" de Israel.

Popularmente conocido por sus críticas al proyecto nacional judío, el post-sionismo surgió en los años 1980 y 1990 como resultado de los acontecimientos políticos nacionales e internacionales, así como el surgimiento de otras ideologías "post-nacionales" en otras partes del mundo. Las ideologías “post-nacionales” apoyan esos valores que son considerados como "universalistas" por naturaleza. Estas ideologías tratan de socavar el Estado-nación como la unidad política fundamental de la soberanía y del orden internacional. En nombre de "la libertad desde la represión" y el "multiculturalismo", los post-nacionalistas se esfuerzan en la construcción de un nuevo orden mundial basado en organismos internacionales y organizaciones no gubernamentales, a los cuales consideran libres de la tiranía y del chovinismo nacional supuestamente defendidos por los defensores del Estado-nación. La empatía de estos post-nacionalistas se centra muy a menudo en las minorías y en las "pequeñas naciones", y siempre se manifiestan contrarios a los grandes y bien establecidos estados.

Por lo tanto, los post-sionistas aceptaron los principios del post-nacionalismo y los aplicaron al conflicto del Oriente Medio. El fundamento de su lucha ideológica no es tanto el establecimiento de un Estado palestino independiente, sino más bien el desmantelamiento del estado existente, Israel, en nombre de los principios "universalistas". A diferencia de otras ideologías post-nacionales, el post-sionismo cuenta abiertamente con un dogma de combate destinado a destruir al Estado de Israel tal como existe actualmente. Uri Ram, un sociólogo de la Universidad Ben-Gurion de Israel, y ampliamente reconocido como uno de los fundadores del post-sionismo, define al post-sionismo como un "proyecto político-cultural que implica una lucha política y unos ideales cuyo objeto es cambiar la identidad colectiva israelí". Y “à la guerre comme à la guerre”, los post-sionistas han recurrido al uso de sus "armas".

Una de esas armas es el "reclutamiento" del Holocausto en nombre de los derechos palestinos. El post-sionismo contempla la lucha palestina por la independencia como parte del despertar general del Tercer Mundo durante la segunda mitad del siglo XX. Según ellos, la única razón por la que la creación del Estado palestino no se produjo, se debió al Holocausto, que interrumpió el proceso de descolonización natural. Por lo tanto, los post-sionistas menosprecian continuamente la importancia del Holocausto. Además, los post-sionistas "importan" a Israel el discurso de las "comunidades imaginadas”, un discurso que se puso de moda en las últimas décadas. Para ello afirman que “no existió un pueblo judío como tal”, y por lo tanto la conexión histórica con la tierra de Israel es una mera excusa imperialista. Sin duda, el movimiento sionista originario del siglo XIX compartía muchos rasgos en común con otros movimientos nacionales europeos de la época. ¿Pero decir que el pueblo judío no existía anteriormente? Siglos de propaganda antisemita refutan fácilmente tal afirmación. La misma etimología de "judío" - originario de Judea - debería incitar a una reflexión.

Durante siglos, el origen semítico de los judíos nunca fue puesto en duda. Las narrativas que reclaman un origen europeo de los judíos sólo surgen durante el siglo pasado, por parte de antisionistas como Arthur Koestler, Hannah Arendt y recientemente el historiador israelí Shlomo Zand. Sin embargo, uno debe observar lo irónico que resulta que, pasados cien años, el discurso antisemita haya cambiado su grito de batalla de "!judíos volved a Palestina!" a "!judíos iros de Palestina!". Por lo tanto, es fácil comprobar como en una batalla intelectual como esta, una de las principales “armas” seleccionadas por los post-sionistas en los últimos años sea Hannah Arendt.

Ellos ven en ella a una temprana precursora de muchas de sus propias reivindicaciones. En el libro de Arendt sobre Eichmann, el cambio de enfoque del genocidio nazi hacia una responsabilidad judía, sirve exactamente sus propósitos de menospreciar el Holocausto. En la afirmación de Arendt de los “orígenes europeos de los judíos", encuentran su justificación para afirmar que los judíos son una "comunidad imaginada". En la ética "universalista" de Arendt, los actuales post-sionistas encuentran el apoyo necesario para su propia ideología anarquizante. Pero sobre todo, es la hostilidad de Arendt hacia el sionismo la que le ha dado acceso como miembro distinguido de su club, independientemente de los méritos reales de sus opiniones. Una evaluación de esas opiniones, sin embargo, es claramente necesaria, especialmente para los israelíes.

Naturalmente, la publicación de los escritos de Arendt en hebreo no es un problema en sí mismo. La diversidad de opiniones es bienvenida. El problema es que en Israel han existido muy pocas voces que hayan asumido como un reto las opiniones de Arendt. Esta es la marca de una crisis, de una democracia que resulta incapaz de defenderse. Y es una pena, porque en lo que Arendt se refiere, hay mucho que criticar. Aparte de su extraña sugerencia de que judíos y árabes emulen a la Unión Soviética, debemos preguntarnos por qué sus ideas sobre el sionismo pueden parecer mejores que las que se adoptaron en la práctica. El Estado de Israel lleva existiendo casi siete décadas, y se las ha arreglado para convertir una nación de refugiados en un miembro de la familia de las naciones (sin duda, una familia que no siempre ha estado interesada en su aceptación). A pesar de todos los males - y ha habido abundantes y nefastos como el Holocausto –, se podría encontrar a personas que alegaran que la situación de los judíos ha empeorado en el último siglo. Algunos pueden sostener que la soberanía judía sólo se ha podido conseguir mientras se suprimía otras aspiraciones nacionales. Tal vez. Pero también deberíamos preguntarnos, ¿por qué los judíos son menos merecedores de un estado que cualquier otro grupo humano?

Para combatir la crisis actual, tal vez sería mejor alejarse del discurso "universalista" y volver a los textos originales que inspiraron a los judíos a poner fin a sus dos mil años de exilio. El "universalismo" no necesariamente puede generar esa bendición absoluta que sus partidarios afirman que es consustancial. Y este debe ser un argumento utilizable no sólo con los post-sionistas, sino también en nuestro análisis de la propia Arendt.

Para probar este punto, vamos a ver una vez más la propuesta de Arendt de adoptar un sionismo basado en las ideas de Bernard Lazare, en lugar de las de Theodor Herzl. Para éste último se erigió un monumento por haber dado forma a un Estado que ha defendido a su pueblo de experimentar un nuevo Holocausto. En cambio, al primero se le dio una plaza pública en París en el 2005. Y bajo esa luz, en esencia, es la manera como se deben contemplar los comentarios de Arendt.

Labels: ,

2 Comments:

Blogger Fabián said...

Gracias por traducir este texto. Lo estaba buscando el otro día y casi se ha perdido en internet. Y sólo estaba en inglés. Hace abrir los ojos bastante sobre Hanna Arendt.

9:47 AM  
Blogger José Antonio said...

Gracia Fabián

ya me explicarás eso de "privatizar" tu blog

11:31 PM  

Post a Comment

<< Home