Thursday, June 15, 2017

Una lección de culpa. La lógica tóxica del New York Times - Liel Leibovitz - Tablet



No me hagan caso si han escuchado esto antes: un maníaco recoge un arma y mata a personas inocentes. Sin molestarse en ocultar sus motivos, su ideología está ahí, para cualquier persona que se moleste en revisar su perfil de Facebook. Y sin embargo, tan pronto como los heridos han llegado a urgencias, la parte del león de los medios de comunicación más progresistas, en contradicción con toda la realidad observable, ofrecen una historia muy diferente: "la ideología no tenía nada que ver con esa violencia, y si usted está buscando culpar a alguien, el culpable es la víctima".

Así es como la mayoría de los pilares de la prensa estadounidense progresista ha cubierto tradicionalmente la violencia palestina en Israel: Si Hamás lanza cohetes desde los hospitales, simplemente la culpa es de Israel por devolver el fuego. Si Hamas está indicando claramente que quiere que todos los judíos sean asesinados, simplemente con decir que las motivaciones desencadenantes son muy complicadas para designar a un culpable, la culpa, por supuesto, termina recayendo sobre los judíos.

Así es también cómo nuestra prensa cubre los principales ataques terroristas globales: Si los ataques proceden de islamistas y yihadistas admiradores del Estado Islámico, como en Londres por ejemplo, en primer lugar se declara que el islamismo no tuvo nada que ver con el ataque, y luego se preguntan qué cosas podrían haber hecho esos insensibles británicos para merecer esa violencia.

Ahora, con el tiroteo contra unos legisladores republicanos que jugaban al béisbol en Alexandria, Virginia, la misma tóxica lógica ha llegado a casa.

En un asombroso editorial de un periódico cada vez más conocido por ese tipo de editoriales, el New York Times opinaba hoy que los culpables del ataque contra los legisladores republicanos eran, naturalmente, los propios republicanos. ¿Cómo puede ser eso, una vez más? Para responder a la pregunta, el NYTimes trata de darnos una lección de historia.

El ataque de esta semana, opina el editorial del NYTimes, no ha sido más que otro recordatorio de “lo viciosa en que se ha convertido la política en los EEUU”. ¿Cuándo y cómo comenzó dicho maldad? Fácil: “En 2011”, continúa el editorial, “Jared Lee Loughner abrió fuego en un estacionamiento de un supermercado, hiriendo gravemente a la legisladora demócrata Gabby Giffords y matando a seis personas, entre ellas una niña de 9 años. En ese momento, nosotros, y otros más, ya eramos muy críticos con la exagerada retórica política de la derecha. Anteriormente, el comité de acción política de Sarah Palin hizo circular un mapa de distritos electorales específicos colocando a Mrs. Giffords y a otros 19 demócratas en el punto de mira. Pero en ese caso la conexión con ese tiroteo nunca fue establecida“.

Cierto. Nunca se estableció ninguna conexión entre el comité de Palin y los disparos de Loughner, básicamente porque no existía ninguna conexión. Lo sabemos porque Loughner sobrevivió al ataque, estaba disponible para ser interrogado, y dejó unos diarios que mostraban el estado preciso de su mente en los días previos al ataque. Pero como no era posible confundir la "verdad" del NYTimes con la realidad, ese diario promocionó falsamente la conexión con Palin en el 2011, y lo está haciendo hoy nuevamente para argumentar que si existe violencia en el cuerpo político estadounidense, es sólo porque los republicanos la desencadenaron primeramente. Así fue la versión original del editorial, que como es obvio, y de cara a las críticas, sufrió una corrección discordante posterior: “En una versión anterior de este editorial se indicaba erróneamente que existía un vínculo entre la incitación política y el tiroteo de 2011 de la legisladora Gabby Giffords. De hecho, no se ha establecido este tipo de conexión".

El resto del editorial hace un refrito de los típicos e insípidos argumentos sobre el control de armas, argumentos que curiosamente se echan en falta cuando el arma del maníaco de elección es un camión, una bomba, un cuchillo, o cualquier arma que no sea el emblemático rifle de asalto.

Ahora, sólo por deporte, imaginemos el siguiente escenario: un tiroteo en el que los objetivos no fueran legisladores republicanos sino demócratas, dejando, por ejemplo, a Nancy Pelosi, Dios no lo quiera, herida de gravedad. El atacante que les disparó fue muerto allí mismo, pero su perfil en las redes sociales revelaba que fue un ex voluntario de la campaña de Trump en el Medio Oeste, y un sólido defensor de la agenda del presidente Trump. ¿Cómo cubriría entonces el NYTimes dicho ataque?

Es fácil imaginar un párrafo denunciando “la conexión irrefutable entre la retórica del presidente Trump y las acciones violentas de sus partidarios, los cuales desde hace más de un año han sido narcotizados por un flujo constante de retórica de odio que emana de la propia Casa Blanca y de sus aliados en los medios de la alt-derecha”. No es demasiado imaginar que esa oleada de indignación exigiera que alguien - Paul Ryan, James Mattis, la Corte  Suprema - interviniera para cesar al presidente de su cargo antes de que se derramara más sangre.

Cuando dos escenarios radicalmente divergentes conducen al mismo culpable, usted sabe que le están engañando.

Si el NYTimes realmente quisiera corregir esa sesgada interpretación, debería realizar un análisis detallado de por qué se cometió el error en el primer lugar. Es decir, deberá examinar sus interpretaciones viscerales y sesgadas, el lenguaje recalentado que tanto predomina últimamente tanto en sus páginas de opinión como en sus noticias, las cuales ofrecen regularmente un gran espacio no sólo para una recopilación legítima de noticias sobre las faltas muy reales de Trump y la incompetencia de parte de su administración, sino también para las más salvajes teorías de conspiración en la que el Kremlin o alguna otra maligna entidad externa controla la Casa blanca. Estas tóxicas teorías sin sentido son cocinadas por operadores políticos que utilizan a los medios sociales y a la prensa para alcanzar fines políticos que son inherentemente extra-constitucionales y anti-democráticos, y que ya han sido desacreditadas de manera sistemática, a veces incluso por los propios informes del NYTimes.

El hecho de que esas fábulas paranoides se estén extendiendo como la pólvora entre la izquierda estadounidense, está claramente relacionado con el aumento de los niveles de violencia. La tragedia ocurrida en Virginia podría haber sido mucho peor fácilmente, y parece estúpido esperar que el siguiente asesino de inspiración política tenga peor puntería. Y si el NYTimes realmente se preocupa tanto por el futuro del liberalismo americano, por no hablar del futuro del pueblo estadounidense, debería resistir la tentación de publicar el tipo de tonterías distorsionadas que publica últimamente.

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