Saturday, August 12, 2017

¿Cómo concebir la aliyá de los judíos franceses? - Shmuel Trigano - Menora.info



La elección de la aliyá tal como se encara hoy en día sufre por la comparación con lo que existió hace 50 años, la primera época de una aliyá francesa de importancia. En ambos casos, la elección fue impuesta a la luz de una poderosa crisis. Hace 50 años, se trató de la amenaza de exterminio que había pesado sobre Israel durante la Guerra de los Seis Días, y sobre todo el abandono de Israel por parte de la Francia de Charles de Gaulle, en nombre de su política árabe disfrazada de postura "moral". Hoy, de la década de 2000 al affaire Halimi, se trata del abandono de los judíos franceses por el establishment oficial frente a la ola de antisemitismo islámico (en un esquema general de dimisión de Francia) el que la ha facilitado.

En ambos casos, los judíos franceses no "huyeron" de Francia, bajo la influencia de una persecución antisemita oficial, sino para defender una idea de su dignidad y para poder conservar un tipo de identidad que de repente ya no parecía más posible. Partiendo de Gaulle a Macron (sin duda), este sentimiento es cada vez más elevado y confirmado. La elección de Israel supone preservar una identidad que se ha construido a partir de las secuelas de la guerra (y de Vichy), con el respaldo de la creación del Estado de Israel, símbolo de un destino colectivo que ya no sería más trágico.

Eligiendo Israel en lugar de Miami, no tanto por la fuerza de una ideología poderosa, sino de creencias: como la idea de la existencia de un pueblo judío, de un destino judío común que tras el Holocausto y la expulsión de los judíos del mundo islámico su ha demostrado una realidad, la creencia de que el Estado de Israel encarna la idea de la soberanía e independencia judía, como condición de una dignidad moral y una fraternidad que se encuentra en el renacimiento del sueño milenario de un pueblo eterno.

En una palabra, todo lo que se ha convertido en objeto de desprecio ambiental en la Francia actual (a diferencia de la de hace 50 años). La legitimidad del Estado judío es atacada y cuestionada continuamente, así como el valor moral del judaísmo que ha perdido todo su prestigio en pantallas, periódicos y discursos. Es rechazando esa opresión ambiental por lo que se abandona Francia, de acuerdo "con una voluntad y no por una necesidad".

¿Pero a qué país se van? El Israel de hoy en día no es más aquel de hace 50 años. En dos niveles. Es una sociedad desarrollada, donde la competencia funciona a  pleno rendimiento, por lo que la fraternidad esperada es puesta en cuestión desde el principio, y donde el sionismo conoce un gran retroceso en numerosos sectores sociales y por supuesto políticos, optándose por el "postsionismo" e inclusive en algunos por el antisionismo, un país donde la actitud general de las élites mediáticas, artísticas y de la inteligencia no suele expresar mucha simpatía por la causa judía.

En el mejor de los casos, la idea de la nación israelí compite con la de pueblo judío, mientras que su identidad judía es algo obvio para los olim que no puede pensar en lo contrario, ¿ya que entonces, por qué se iban a dirigir a Israel? Estas son otras tantas realidades que afectan a la experiencia interior que implica una aliyá.

Los candidatos a la aliyá, los futuros olim, deben prepararse para el shock que representa encontrarse con una situación que implicará trascender de una búsqueda interior a una confrontación con lo "concreto". Si los olim esperan retornar a una "tierra interior", deben hacer algo más que un cambio de dirección: ellos han emigrado a un país real.

Si dejamos a un lado las dificultades materiales de la experiencia, es la disposición interior la que cuenta más en esta aventura. En lugar de pensar ante este duro shock que les espera que las esperanzas más queridas no eran más que ilusiones, el olim debe concebirse y proyectarse como actor de estas ideas. Los judíos de Francia traen consigo una identidad judía muy original, inédita en Israel, de la cual no suelen ser incluso conscientes la mayoría de las veces porque la piensan propia de todos los judíos. Su lugar está aún por hacerse en una clasificación identitaria israelí aún muy rígida.

Se trata del legado de un judaísmo alejado de los extremos, que también podría ser un pensamiento del universo, de un espacio público que trasciende de sectas y partidos, y de una concepción diferente a una polaridad asquenazi-sefardí, y sobre todo enfocada en la esperanza de Israel: se tratan de comportamientos que en buena medida son ausentes en Israel y que ahora están en juego.

Es defendiendo estas ideas de una forma creativa como el olim debe proyectarse en Israel, como actor y no sólo como consumidor, no para construir su propio "nicho" en el desenfrenado multiculturalismo actual, ni sumirse en un crisol con funda de plomo. Esta batalla decisiva para la convergencia de la idea judía y la soberanía, que el sionismo ha restaurado en la condición judía después del eclipse de casi 25 siglos, no puede llevarse a cabo más que en Israel e implicará el porvenir de toda la historia judía.

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