Saturday, August 05, 2017

Detrás de las escenas de un resonante fracaso israelí - Alex Fishman - Ynet



La decisión del Waqf de reanudar las oraciones en el Monte del Templo no ha resuelto todavía del todo la crisis de las últimas tres semanas . Hamas y Fatah declararon "días de rabia", y aún no está claro dónde conducirá el sentimiento de victoria de los palestinos. Puede tomar más días para que la región se calme.

La embajada de Israel en Jordania ha sido evacuada, los egipcios han cancelado las celebraciones del Día de la Independencia de Egipto en Israel, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan ha violado el acuerdo de reconciliación y Israel tiene miedo de reclamar el precio para que no siga enredando en el Monte del Templo, y el presidente palestino Mahmud Abbas ha sido empujado a un rincón y se ha vuelto opuesto a todo lo que tenga que ver con la crisis actual. Si eso no es un fracaso, ¿qué es?

En la última reunión del gabinete ese lunes por la noche, cuando se decidió retirar los famosos detectores de metal, se pidió a todos los presentes que firmaran un acuerdo de confidencialidad. No había ninguna posibilidad de que funcionara. Menos de media hora después del final de la reunión, todo ya se había filtrado, y no por casualidad. Los miembros del gabinete habían percibido que el primer ministro Benjamin Netanyahu pronto comenzaría a buscar chivos expiatorios.

La crisis del Monte del Templo no es el fracaso de los funcionarios de seguridad. Es el fracaso de un escalón político débil y vacilante, el cual debería haber dirigido a la policía, al ejército y al Shin Bet y proporcionar un envoltorio político para unos movimientos agresivos sobre el terreno.

En esa reunión, el Comisionado de Policía Roni Alsheikh presentó la percepción de seguridad de la policía, y el jefe de la Dirección de Inteligencia Militar, Herzl Halevy, presentó las evaluaciones de la situación del IDF. No hubo unanimidad entre el ejército y la policía, y eso es algo bueno. Sin embargo, comprobar desde la sede de la Policía Nacional y del Estado Mayor la fuga de los planes de seguridad y la revelación de los desacuerdos entre la policía, por un lado, y el ejército y el Shin Bet, por el otro, solamente añadió combustible al fuego en el Monte del Templo. Consiguió que el Waqf y sus partidarios - desde Qatar a través de Turquía hasta la Autoridad Palestina - luchara y elevara el precio.

Los legítimos argumentos profesionales del establishment de Defensa se centraban, en primer lugar, en una cuestión fundamental: ¿Existía la posibilidad, después del asesinato de los dos policías en el Monte del Templo, de realizar un cambio que pudiera dirigir a la región hacia un conflicto religioso con el mundo musulmán?. Desde el punto de vista de la seguridad israelí, el Monte del Templo era y sigue siendo el lugar más explosivo de la región, lo que podría conducir no sólo a un estallido de fanatismo religioso, sino también a un conflicto general regional y a la pérdida de activos estratégicos. Los argumentos filtrados sobre los detectores de metal eran una pantalla de humo. Todos - el ejército, el Shin Bet, la policía y definitivamente el gabinete - tenían interés en minimizar la decisión y presentarla únicamente como un asunto táctico.

Solamente el martes, cuatro días después del terrible atentado en el Monte del Templo, se pidió al ejército - por primera vez oficialmente - su opinión sobre la modificación de los arreglos de seguridad en el Monte del Templo. El IDF presentó una postura fundamental: el statu quo en el lugar no debía ser alterado. Ese mantra, que era también apoyado por el Shin Bet, se ha estado repitiendo en cada discusión desde entonces: Ningún detector de metal, ninguna cámara y ningún andamio con diversos sensores de inspección sobre los nueve pasos en el Monte del templo. Todo lo que se ha instalado debía ser eliminado.

Cámaras inteligentes, demasiado inteligentes

El jefe de la policía Alsheikh definitivamente puede verse a sí mismo como un experto en asuntos palestinos y en el Monte del Templo. Él es un gran experto, si no más, que cualquiera de sus colegas del Shin Bet y el IDF. Como ex comandante del distrito de Jerusalén en el Shin Bet, conoce todos los rincones de allí y a todos los involucrados, y a diferencia de algunos de sus colegas que dirigen las otras organizaciones, conoce a los palestinos no sólo a través de la mira del fusil. Miles de palestinos se sentaron frente a él en la sala de interrogatorios, tiene perfecto conocimiento de su cultura y del idioma.

Pero cuando decidió recomendar la erección de detectores de metal en el Monte del Templo, el fin de semana siguiente al asesinato de los sargentos de personal Ha'il Satawi y Kamil Shnaan, Alsheikh probablemente no estaba actuando como un policía. Él llegó a la policía desde la cultura organizativa del Shin Bet, así como sus asociaciones sobre los traumas y la manera de lidiar con las crisis. En lo que a él respecta, desde el momento en que dos policías fueron asesinados por árabes que realizaron contrabando de armas en el Monte del Templo, y actuaron desde el interior del lugar, se cruzó una línea roja en términos de seguridad, y ya no existía vuelta atrás.

Cuando los funcionarios de Shin Bet hablan de una línea roja de seguridad que se cruza, se refieren principalmente al asesinato del primer ministro Yitzhak Rabin por un judío. Las principales evaluaciones a la luz de las amenazas dirigidas a Rabin apuntaban al lado árabe. Se consideró la aparición de un asesino judío, pero no se percibió como una opción realista hasta que sucedió. Eso esra probablemente lo que atravesó por la mente de Alsheikh cuando unos terroristas árabes israelíes llegaron al Monte del Templo con armas de fuego. Mientras que la policía se había centrado en la posibilidad de que unos judíos cometieran ataques terroristas y/o provocaciones en el Monte del Templo, el terrorismo árabe en el Monte no se percibió como una amenaza real, aunque apareciera en los escenarios. Como en el asesinato de Rabin, pero al revés.

Tan pronto como se cruzó esta línea roja, el jefe de la policía Alsheikh se imaginó ante sus ojos a un seguidor de ISIS que entraba en el Monte del Templo y disparaba a judíos, turistas y policías. En lo que a él respecta, ese es un escenario para el cual Israel debe prepararse.

La intención original en las consultas de los ministros con los jefes del establishment de la Defensa, inmediatamente después de que los dos policías fueran asesinados, era cerrar el Monte del Templo durante una semana. La opción de los detectores de metal se planteó, pero no se percibió como una cuestión clave, ya que existía la sensación de que habría una semana para sentarse, discutir, calmar la situación en el terreno y mantener conversaciones diplomáticas.

Finalmente, a la luz de las protestas en todo el mundo por el precedente de cerrar el Monte del Templo por un largo período de tiempo, se decidió abrirlo tan pronto como el domingo, y los detectores de metales se convirtieron en una solución, en el único medio disponible para intentar lidiar con el escenario que el jefe de la policía y su gente estaban preparando: la entrada de musulmanes armados al Monte del Templo.

Y así, el sábado por la tarde, hace tres semanas, el primer ministro celebró la famosa conferencia telefónica en la que dio luz verde a colocar los detectores de metal y abrir el Monte del Templo, un momento antes de abordar un avión para una visita oficial al extranjero. El Shin Bet y el IDF no estaban obligados a expresar su opinión en ese momento, ya que parecía una etapa técnica. En retrospectiva, los funcionarios militares incluso fueron sorprendidos por la eficacia de la policía a la hora de organizar la colocación de 11 detectores de metales durante la noche para saludar a los fieles del domingo.

La policía del distrito de Jerusalén veía a los detectores de metal como una respuesta temporal y parcial, la cual no sería capaz de proporcionar una buena solución para el trasiego de decenas de miles de personas bajo la lluvia y bajo otras restricciones. Los detectores de metal fueron percibidos como una respuesta inicial hasta que la policía cumpliera su sueño más deseado: instalar un avanzado sistema de seguridad alrededor del Monte del Templo, lo que permitiría localizar a los sospechosos incluso antes de su llegada a las entradas alrededor del Monte. Estas medidas secretas son la vanguardia de la tecnología de la seguridad global: detectores de metal subterráneos y alejados del Monte del Templo, cámaras que enviarían datos a ordenadores que rápidamente localizarían a sospechosos y cualquier actividad inusual, etcétera.

De todo este desorden del Monte del Templo, la policía obtuvo al menos una buena cosa: unas pocas cámaras inteligentes fueron instaladas como parte de un plan piloto de la policía hace un año. Si estas cámaras hubieran estado activadas, podría haber sido posible localizar a uno o dos de los terroristas, activistas radicales islamistas de Umm al-Fahm, y cuyos nombres estaban en la base de datos de la Policía de Israel y del Shin Bet, y que llevaron a cabo el ataque en la montaña hace tres semanas.

Por cierto, Muhammad Jabarin, de 29 años de edad, muecín en la mezquita al-Farouq de Umm al-Fahm, fue detenido por un policía antes de entrar en el Monte del Templo en la mañana del ataque y se le pidió que presentara su documentación. Sin embargo, no levantó sospechas porque las armas habían sido pasadas de contrabando por un cómplice de la célula que intencionalmente parecía enfermo.

El problema es que incluso si esas cámaras hubieran sido instaladas alrededor del Monte del Templo al día siguiente - y no lo fueron, a la luz de la fuerte negativa de los jordanos -, éste no es un sistema que pueda dar una respuesta dentro de días, o incluso dentro de semanas. Los detectores de metales son una herramienta eficaz pero no inteligente, mientras que los sistemas inteligentes necesitan un período de aprendizaje y ajuste. Los ordenadores detrás de las cámaras sí aprenden todo el tiempo.

Vacaciones en Honolulu

En el momento de la decisión de colocar los detectores de metal, no existía un sentido de urgencia en el escalón político. Los ministros no identificaron el potencial explosivo. El primer ministro fue al extranjero como estaba planeado, el rey Abdullah de Jordania estaba de vacaciones en Estados Unidos, y el presidente palestino Mahmoud Abbas estaba en China. La Casa Blanca no estuvo involucrada. Netanyahu no había atado todavía ningún extremo suelto. Las discusiones con los jordanos se centraron en la demanda israelí de que Ammán utilizara su influencia sobre el Waqf , quien recibe los cheques de sus salarios de Jordania. Los jordanos, en respuesta, exigieron que Israel retirara los detectores de metal.

Hasta el domingo pasado, la Casa Blanca dirigió los acontecimientos del Monte del Templo como algo que debería ser manejado por sus embajadas en la región. El problema es que tanto el embajador estadounidense en Jordania como el embajador estadounidense en Israel son nuevos. Por otra parte, la oficina de la Casa Blanca que se ocupa de los asuntos del Oriente Medio, como la mayoría de las oficinas en el Departamento de Estado, siguen sin estar operativas. El Departamento de Estado y la Casa Blanca - dos sistemas que estaban bien engrasados ​​hasta hace poco y sabían cómo hacer frente a las crisis en todo el mundo - simplemente no funcionan bajo el secretario de Estado Rex Tillerson y el presidente Donald Trump. Netanyahu, por su parte, no sentía la necesidad y no quería involucrar a los estadounidenses para no convertir el asunto en una saga internacional.

Como resultado, los estadounidenses entraron en el tema en una etapa mucho más tarde, con el affaire del tiroteo en la embajada de Ammán. El shabbat también jugó un papel considerable. No sólo la Casa Blanca no funciona muy bien y carece de sistemas de trabajo adecuados, sino que tres altos funcionarios - el embajador estadounidense en Israel David Friedman, el yerno del presidente y su cercano asesor, Jared Kushner, y el representante especial para las negociaciones internacionales Jason Greenblatt - son judíos religiosos observantes del shabbat. Todos estaban en su descanso de fin de semana hasta el lunes, y la sala de operaciones de la Casa Blanca no se molestó en involucrarlos.

Fue sólo el domingo que el embajador israelí en EEUU, Ron Dermer, encontró a su amigo personal Kushner y le pidió que hablara con el rey jordano que estaba de vacaciones en Hawai. Kushner se encargó de la solicitud, pero es difícil decir que Israel obtuvo toda su atención: durante ese fin de semana, el yerno del presidente estaba ocupado preparándose para su dramático testimonio ante el Senado el lunes, tras fuertes sospechas de que había contactado con Rusia antes de las elecciones presidenciales.

Greenblatt salió hacia la región ese mismo día, sin un plan en el bolsillo aparte de un acuerdo básico entre Netanyahu y el rey: el guardia de seguridad sería devuelto a Israel a cambio de una concesión israelí que aliviaría las tensiones en el Monte del Templo. Cuando Greenblatt subió al avión, pensó que llegaría a Jordania, sacaría al guardia de seguridad y lo trasladaría a la embajada de los Estados Unidos, donde sería interrogado por los funcionarios de seguridad jordanos, y luego regresaría con él y con el personal de la embajada a Israel. Y después los Estados Unidos recibirían la gratitud de Netanyahu. Además, ya había empezado a contemplar un procedimiento organizado para un futuro manejo de las crisis con participación estadounidense, de las cuales Israel, Jordania y los palestinos formarían parte. Nada de eso sucedió. El rey Abdullah interrumpió todos los planes.

El rey ya tenía una recomendación del jefe de sus servicios de seguridad sobre la mesa. Este último se había reunido el lunes con el director del Shin Bet, Nadav Argaman, quien viajó a Amman para manejar personalmente la liberación del guardia de seguridad del edificio de la embajada. Argaman y su contrapartida jordana adaptaron los arreglos necesarios para poner fin a la crisis, incluido el acuerdo de que las autoridades jordanas interrogarían al guardia de seguridad en la embajada antes de su partida. La alabanza de Netanyahu al rezagado Trump le dio al presidente estadounidense un poco más de crédito de lo que se merecía.

La principal lección de Israel en todo este asunto es que no debe confiar en la actual administración estadounidense en la próxima gran crisis. Aunque quiere ayudar, todavía no puede.

La llave está en el bolsillo de Abdullah

El ataque al Monte del Templo atrapó a la policía de Israel en un momento en el que parecía que serían capaces - junto con las otras fuerzas de seguridad - de restaurar la normalización en el Monte del Templo y desarraigar el potencial de incitación del lugar después de 18 difíciles meses. Este proceso incluyó la detención de miembros del Movimiento Islámico, la prohibición del Movimiento Islámico y de los "Mourabitoun", y la expulsión de miembros radicales del Waqf del Monte, con la ayuda de Jordania.

Aunque la Autoridad Palestina impidió un acuerdo israelí-jordano para instalar cámaras en el Monte del Templo hace dos años, las partes encontraron una manera de utilizar medidas que permitirían monitorear razonablemente la situación en el lugar. La gente del Waqf lo sabía y lo ignoró. Y la policía creyó que estaban de vuelta.

Paradójicamente, los tres terroristas del Monte del Templo son, según la policía y la percepción de Shin Bet, producto de la exitosa reducción de la violencia en torno al Monte del Templo. Según la premisa con que trabajan, tan pronto como se detiene la actividad abierta del Movimiento Islámico, parte del vapor se libera a través del terrorismo, por lo que una célula terrorista alrededor de una figura dominante en una mezquita israelí no debería haber sido una gran sorpresa.

En las discusiones del gabinete y en las evaluaciones de la situación dentro de los cuerpos de seguridad, en vísperas de la erección de los detectores de metal, el jefe de la policía estimó que habría disturbios y resistencia en el lado árabe al cambio en las medidas de seguridad. El tema no fue llevado a la atención de los palestinos, y la rápida decisión tampoco fue compartida con los jordanos.

En ese momento, la policía había rechazado todos los escenarios proporcionados por los otros cuerpos de seguridad, que hablaban de creyentes que asaltaban los detectores de metal o que entraban a la fuerza en el Monte del Templo. Sin embargo, para hacer frente a esta posibilidad, la policía elevó su estado de alerta al más alto nivel y reclutó a varios miles de policías en la zona de Jerusalén, creando una masa en todos los puntos de protesta con fines de disuasión y dispersión. No apagarían el fuego, pero tampoco lo dejarían extenderse dentro de la ciudad. El ejército reclutó cinco regimientos y se preparó para "reforzar la seguridad" para hacer frente a los actos de terror.

El viernes 21 de julio fue la primera prueba. El ejército y la policía lograron apagar pequeños incendios, en el plano táctico. Después de que tres palestinos murieran, la policía se retiró de los puntos de fricción para reducir el número de víctimas y permitió que los palestinos se volvieran salvajes, siempre y cuando se mantuvieran alejados del Monte del Templo y el centro de Jerusalén. En este punto, quedó claro para todos que la batalla no era sobre los detectores de metal sino sobre la soberanía. En lo que respecta a los palestinos, ellos creían que se trataba de una calculada medida israelí dirigida a dividir el Monte del Templo entre judíos y árabes, tal como la Cueva de los Patriarcas en Hebrón. Hasta el día de hoy, el Waqf no se perdonará haber acordado dividir la gestión del lugar con Israel.

Durante todo el día, hubo un sentimiento en la sala de operaciones conjuntas del ejército, el Shin Bet y la policía de Jerusalén que existía una caída en la motivación para la violencia. El público palestino, estimaron los funcionarios, había visto intervenir al mundo árabe y presionar para que se pusiera fin a la crisis. El ejército sacó dos regimientos. Y luego tuvo lugar la masacre en Halamish, y el ejército regresó con tres regimientos. Por el momento, el volumen de las fuerzas del IDF en Cisjordania era similar a su volumen en octubre de 2015, cuando estalló la intifada de los cuchillos.

Paradójicamente, el estado de cosas en la calle palestina después del asesinato de los tres miembros de la familia Salomon indicaba un sentimiento de venganza satisfecho, una cuenta sangrienta que se había resuelto. Israel creía, por lo tanto, que la situación se podía calmar desde ese momento. Sin embargo, no debe mostrarse indiferente y despreciar el potencial de un recrudecimiento renovado, por ejemplo en el caso de actos de venganza por parte de derechistas de la extrema derecha.

Por su parte, el jefe de Estado Mayor del IDF, Gadi Eisenkot, ha instruido al ejército para prepararse para un largo despliegue en Judea y Samaria, así como a la posibilidad de convocar a las fuerzas de reserva para reforzar las fuerzas regulares cuando se reanuden los entrenamientos. En una visita a una base del IDF, Eisenkot reveló que la batalla actual, según la definición del IDF, es diferente a la ola de ataques por apuñalamientos en 2015. Es una lucha con un profundo trasfondo religioso, que tiene reglas propias y poca capacidad de restricción.

La clave para resolver la crisis está en el bolsillo de Abdullah: paga los salarios del Waqf, tiene gente propia en el Monte del Templo, puede guiarlos y puede expulsar a todos y cada uno de ellos. Abdullah, por su parte, estaba dispuesto a dejar ir al guardia de seguridad, pero no tiene interés en meterse en demasiados problemas con la calle y el parlamento jordanos. Las relaciones entre los servicios de seguridad son una cosa, y arreglar los errores de Israel en el Monte del Templo es otra cosa.

El tercer ángulo, que Israel ha escogido borrar de la conciencia de la gente y donde se niega verlo como un socio para cualquier acuerdo o propósito, falta aquí: el presidente palestino, Abbas. Israel lo está ignorando expresamente, así como desatendiendo sus amenazas de cortar los lazos de seguridad con los israelíes.

La solución está ahora en manos de los líderes. A Trump no le importa nada todo esto. No tiene ninguna intención de presentar ninguna demanda a Israel. Al revés, la Casa Blanca felicitó a Netanyahu por las sabias decisiones que tomó. Los otros líderes - en Israel, en Jordania y en la AP - se encuentran en una situación difícil. Tres líderes no aventureros se vieron obligados a cavar sus talones en contra de su propia voluntad, porque tienen miedo de los radicales en su sociedad. Y aquí es donde están las cosas.


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