Saturday, October 14, 2017

El Yom Kippur del campo de la paz israelí - Israel Harel - Haaretz



Cuanto más persigue la paz el "autodenominado campo de la paz", más se le escapa dicha paz. Aunque la realidad siempre les demuestra que se equivocan, continúan negando la inutilidad de su obsesión. Cualquier persona con ojos en la cabeza puede ver que los palestinos no quieren y no pueden hacer la paz. ¿Y el campo de la paz? Continúa avanzando en su obsesión, como en los días de Oslo, descarada y obstinadamente, con el rostro severo y mareado, al igual que en los días en que estaba en el poder y realizó movimientos impregnados de negación y engaño que terminaron en ríos de sangre y de duelo.

Un claro ejemplo de esta negación es que el campo de la paz ha ignorado casi por completo las declaraciones del profesor Shlomo Ben Ami en la edición de Año Nuevo del Ma'ariv. "Las personas que enarbolan el eslogan de 'acabar con la ocupación' no saben de qué están hablando", les dice. Luego de un retraso de muchos años, Ben Ami aplasta los paradigmas que defendió en el pasado y que aún alimentan, debido a su vacío ideológico, a los partidos de izquierda.

"No acepto la ilusión de que si la izquierda estuviera en el poder alcanzaríamos un acuerdo de paz. Nuestro cuerpo está cubierto de heridas por esa negociación. Los palestinos fallaron y se dirigieron (ellos mismos) al agujero negro en el que se hallan y en el que estamos". Estas son las palabras de un hombre de la izquierda profunda que mira directamente, aunque parcialmente, a la realidad. Permitan que sea este un punto de información para la mayoría de los columnistas en este periódico, así como para los de otros importantes medios de comunicación, que tienen la mayor parte o la totalidad de la culpa de la ausencia de paz en Israel. (Bill Clinton, según Ben Ami, dijo sobre el consentimiento de Ehud Barak de entregar el Monte del Templo a los palestinos: "Nunca he conocido a un hombre tan valiente".)

Para Ben Ami, al igual que para otros ideólogos incondicionalmente izquierdistas, el fin justifica los medios. Para él, los primeros ministros realmente valientes, revolucionarios e importantes son Arik Sharon y Ehud Olmert y, hasta cierto punto, Menachem Begin (con respecto a los asentamientos del Sinaí), además de Yitzhak Rabin (con respecto a las Alturas del Golán). Prometieron a sus electores una cosa, pero los traicionaron y llevaron a cabo una política completamente opuesta. Como ministro de Asuntos Exteriores, Ben Ami encabezó el movimiento para dividir Jerusalén, entregar el Monte del Templo a los palestinos, regresar casi por completo a las líneas del 67 y formular una fórmula vaga para el derecho de retorno, siempre y cuando satisfaga a los palestinos. En vano, por supuesto. Por eso, dice ahora que Leah Rabin le dijo: "Si Itzjak hubiera sabido lo lejos que se había ido, se revolvería en su tumba".

Yasser Arafat, el favorito de los principales periodistas de Israel que cayeron cautivos de sus encantos y fueron a visitarlo - y, por supuesto, a los estadistas que lo siguieron apoyando incluso cuando estallaron autobuses y cafés- "empujó a todos al abismo. Llegamos a negociar sobre el arreglo del estatus final, suponiendo que íbamos a resolver los problemas del 67 con un compromiso, y de paso también resolveríamos los del 48".

No aplaudo la "audacia" de Ben Ami. El dice hoy, cuando el precio de la sangre aún se está cobrando, las cosas que piensan los israelíes sobrios, y que muchos de ellos dijeron y escribieron en tiempo real, mientras él y sus colegas continuaban el camino equivocado, incluso cuando ya se enfrentaban a una trampa monumental("En realidad, Oslo fue lo último que le interesaba a Arafat. Me sorprendería saber que incluso se leyó el texto de los acuerdos").

Las palabras de Ben Ami no son, por lo tanto, como se supone que deberían haber sido, sino una mea culpa o incluso apenas una cuasi confesión. Para su crédito, los que corrieron con él y siguieron su senda, como Barak, Yossi Beilin, Olmert, Tzipi Livni y muchos otros, no tienen el coraje de dejar que la verdad cruce sus labios

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